sábado, 17 de octubre de 2015

Ven. Ancestra en Tiempo de Buda

Kisagotami
  
  
Su historia es una de las más conocidas y su nombre de los más mencionados. Forma parte del grupo de las primeras monjas budistas quienes al atravesar un dolor muy fuerte, como es la muerte del hijo, en este caso,  generan en ellas una conversión interna que cambia su interpretación con respecto a la existencia humana y su devenir.
  
Kisa procedía de la familia Gotami de Savatthi quienes  eran pobres a pesar de que su tío materno fue el rey Suddhodhana, el padre de Buddha Sakyamuni. Sin embargo, como poseía una belleza física y gracia en la forma de hablar pudo casarse con el hijo de un hombre rico y de mayor casta. Los primeros tiempos de su matrimonio le fueron muy difíciles ya que no era aceptada por su familia política, quienes la hacían a un lado debido a su diferencia social. Pero esto cambió cuando la fortuna le sonrió al tener como su primogénito a un varón. De ahí en más pensó que alcanzaría todo aquello con lo que había soñado: respeto y reconocimiento social.
  
Mientras su hijo crecía felizmente hacía planes para tener más hijos varones y consolidar, de este modo su posición dentro del clan. Pero esto no perduró por mucho tiempo ya que su hijo súbitamente enfermó y murió. En un solo día su vida cambió completamente.
Ella enloqueció, e incapaz de aceptar la realidad, comenzó a deambular con el cuerpo del niño en sus brazos buscando una medicina que pueda curarlo. Las personas a quienes recurría le decían que ya no había cura porque el niño estaba muerto, y se alejaban de ella. De cada persona a quien acudía obtenía la misma respuesta, hasta que alguien mencionó al sabio de los Sakya, de quien se decía que era capaz de hasta devolver la vida a aquellos que habían muerto.
  
Kisa recordó y corrió a su encuentro. Al  verlo le imploró que le devolviese la vida a su hijo quitándole de esta forma el dolor que sentía en su corazón. Luego de escuchar su ruego y contemplando a Kisagotami sosteniendo al cuerpo del niño muerto en sus brazos sabiamente le dijo lo que ella estaba necesitando: “Ve y tráeme una semilla de mostaza de una casa en donde nadie haya perdido un hijo, un cónyuge, hermano, padre, pariente o amigo”. Salió a buscar la semilla llena de esperanzas ya que las plantas de mostaza estaban en los jardines de todas las casas. Incrédulamente creyó que las semillas serían la medicina que le regresaría a su hijo.
  
Comenzó a recorrer el pueblo descubriendo que, si bien había plantas de mostaza, también una persona en ese hogar había muerto. De cada lugar recibía la misma respuesta, en cada hogar había muerto un familiar o un amigo. De forma paulatina fue confrontándose con la realidad: No había ninguna persona que no hubiese perdido un ser querido, y ella era una más entre todos. La cordura regresaba a ella sabiendo que la muerte, la finitud, no le sucedió solamente a su hijo sino que es común a todas las personas, a todos los seres vivos, a todas las existencias.-
  
Llevó el cuerpo del niño hasta el bosque y lo cremó, a continuación regresó donde se encontraba Sakyamuni Buddha y le dijo: “Comprendí”. Tiempo después ingresó a la orden de mujeres y fue una de las discípulas más entregada a las enseñanzas del camino de la liberación. Su  austeridad se transformó en una característica que la destacó. Finalmente, alcanzó la paz del nirvana.
  
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En la antigua fuente de textos budistas conocida como el Tipitaka o Canon Pali se encuentra el capítulo Samyutta Nikaya que, junto con el Therigatha forman un conjunto de suttas pertenecientes a las primeras monjas budistas. En ambos hay poemas y versos junto a prosas referidos a Kisagotami.
En el tercer sutta del Samyutta Nikaya se presenta a Mara, el maligno, confrontando a solas con Kisagotami. En el texto se destaca la intención de Mara de seducir a Kisagotami con la búsqueda de un hombre con quien engendrar un hijo. Intenta renovar en su corazón el deseo de la maternidad, sin embargo, la respuesta de ella revela su capacidad para resurgir del dolor con una nueva fuerza espiritual otorgada por el despertar.-

Discursos de las Monjas Antiguas
Bhikkhuni-Saṁyutta
(Samyutta Nikaya, Libro V)
  
Estando en Savatthi, la monja Kisagotami se vistió y tomando su manto exterior y su bol, se dirigió al pueblo para mendigar comida. Luego de la ronda de mendicidad, comió y se internó  en lo profundo del bosque para pasar el resto del día. Al llegar a la zona más oscura se sentó al pie de un árbol.
  
Entonces, Mara, el maligno con deseo de despertar el miedo, temor e inseguridad en la monja Kisagotami, se acercó a ella y le habló de la siguiente forma:
“¿Por qué ahora, cuando tu hijo está muerto
Estás sentada sola, con el rostro lleno de lágrimas?
Habiendo entrado sola al bosque,
¿Estás buscando a algún hombre?”
  
Entonces, a la monja Kisagotami se le ocurrió el siguiente pensamiento: “¿quién es este que recita el verso –un ser humano o un ser no humano?” Acto seguido se le ocurrió esto: “este es Mara, el Malvado, quien recita el verso deseando causarme miedo, temor e inseguridad, deseando hacerme caer de la concentración.”
Entonces, la monja Kisagotami, habiendo entendido “este es Mara, el Malvado”, le replicó en versos:
He conseguido superar la muerte de mi hijo,
Y los hombres pertenecen al pasado.
No estoy triste ni estoy llorando,
Tampoco te tengo miedo, amigo.
  
El placer ha sido destruido completamente,
La gran tiniebla ha sido apartada.
Habiendo conquistado los ejércitos de la Muerte,
Estoy morando sin restos algunos de las contaminaciones”.
  
Entonces, el Mara, el Malvado se dio cuenta de eso: “la monja Kisagotami me conoce”, por lo cual, triste y decepcionado desapareció de allí.
  
Referencias

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